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Séptimo destino: Pont sur Yonne. Lo bonito del viaje, sus gentes


Sin apenas transcurrir muchos días de nuestra salida, tuvimos la maravillosa suerte de conocer a una lindísima familia. El padre, de doble nacionalidad, español (de Málaga, Málaga nos persigue, ¿será una señal?) y francés, y la madre francesa de pura cepa y por último, dos niños majísimos.

Nos decantamos por dejar a un lado las autopistas, están muy bien: todo recto, carretera decente y respecto al tiempo, tardas menos en llegar a tus destinos. Lo negativo, ¡económicamente te dejas un pastizal! Ese era el único punto negativo que veíamos antes de decantarnos por no ir por ellas; Nuestra principal intención era ahorrar algo, bajar el número de gastos de estos primeros días, sin embargo, creemos que será nuestra primera opción el ir por carreteras secundaria por lo vivido estos días atrás.

Salimos de Sully con el ánimo un poco bajo, estuvimos en un sitio precioso, pero nos costó disfrutarlo por la lluvia. La gente tampoco estaba muy predispuesta a entablar conversación, más bien cada oveja con su pareja. ¡Aun así la aventura acababa de empezar, por eso, cambio de aires y a la carretera! Salimos sin saber qué nos deparaba el día de hoy. A pesar de ir con la filosofía de que el camino nos llevara a un sitio u otro, tenemos que reconocer que viajando con una peque hemos sido bastante previsores y antes de arrancar hemos mirado destino. En esta ocasión hicimos lo mismo; sin embargo, no llegamos al sitio fijado, nos perdimos por la Francia más bonita vista desde nuestros ojos hasta el momento. La Txiboneta nos llevó por carreteras secundarias magnificas, sin mucho tráfico y cruzando pueblos que no hubiéramos visto de no haber optado por ir por la ruta no peaje.

Teníamos previsto realizar unos 250 KM, hasta llegar a un pueblo “cercano a Bélgica”, pero el destino quiso que nos quedáramos en otro destino: Pont Sur Yonne. Un pueblo precioso que nos ha enamorado por la amabilidad de sus gentes. Era la hora de comer y no podíamos retrasarnos más, había que buscar donde acampar. Estuvimos rastreando sitios de pernocta y acabamos acercándonos al camping municipal del pueblo. Un lugar humilde, pero con todo lo que podríamos necesitar: un trocito de terreno para dejar nuestras pertenencias, un baño cerca, duchas, ¡oh! Duchas! ¡Cuánto os queremos!

La atención fue magnifica, Catherine nos atendio de muy buena manera, educadadisima y facilitándonos todo tipo de información necesaria. Sin mucho detalle le contamos nuestra historia y al escuchar música flamenca nos habló de Jean Claude, su marido. Él también era musico y tocaba en un grupo llamado “los gitanos”. La semana anterior a nuestra llegada, tuvo lugar el festicamping, una fiesta que realizan anualmente y a la que acude muchísima gente para disfrutar de buen ambiente. Una pena no llegar antes, esperamos el año que viene no faltar. Jean Claude se presentó hablando en castellano, y fue un magnifico anfitrión ofreciéndonos después de cenar acercarnos junto a él a pasar un rato junto a su familia y tomar unas cervecitas y comer un poco pastel. Pues bien, en el tiempo que pasamos en el camping esa invitación se alargó a todas las noches. Un ambiente buenísimo con gente aún más buena. Nos abrieron sus corazones, compartimos anécdotas, carcajadas y bailes. Sin nosotrxs ni ellxs saberlo, estaba previsto que nuestros caminos se cruzaran, y una suerte que así fuera. Aysel bailó, jugó y saltó junto al hijo menor de la pareja Isaac y se le vio super feliz de estar ahí. Le encantaron los dulces franceses al igual que a nosotrxs que nos chupamos los dedos de lo riquísimo que nos supo la repostería francesa.

Fue tal la amabilidad que tuvieron con nosotrxs que la mañana antes de marchar, vinieron a despedirnos y nos trajeron una enorme bolsa con bebidas frías. Hasta ese día no había sentido realmente pena al cambiar de sitio, esa familia nos había encantado y es por ello que volveremos, lo tenemos claro.

El pueblo también lo merece, su gente fue muy servicial, en pleno paseo el carro de Aysel nos dejó tirados yantes de buscar cómo arreglarlo, un par de chicos nos trajeron herramienta para poder arreglarlo. Nos pareció un lugar muy bonito que no tiene nada que envidiar a otros pueblos franceses.

Conclusiones de aprendiz de nómada: Muchas veces llegar antes a un sitio no es mejor. El dejarse perder da pie a encontrar lugares y gentes maravillosas y en nuestro aprendizaje de familia nómada nos ha aportado un montón de cosas. Queremos desaprender costumbre que tenemos muy arraigadas dentro de nosotrxs como por ejemplo el ritmo en el que vivimos. Antes de comenzar nuestro proyecto-sueño, nos quejábamos constantemente del ritmo acelerado en el que vivíamos y es a día de hoy, que todavía medimos el tiempo al dedillo. Estamos en proceso de reaprender a vivir mas slow, tranquilamente, saboreando los acontecimientos inesperados y viviéndolos lo mas intensamente posible..

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